domingo, 13 de junio de 2010

Nativos digitales/Parte II/Capítulo VII: De los grandes maestros a los grandes mediadores diseñando el paradigma de los docentes WEB 2.0

Resumen hecho por Daniel Pizarro y Fernanda Giraldi.
Presentación:


El capítulo 7 muestra la enorme distancia que tenemos en nuestras formar de enseñar (y aprender) formalmente hoy, y el tipo de docente experto en inteligencia emocional y en comunicación persuasiva para congeniar y conseguir lo mejor de sí mismo y de los nativos digitales.

NATIVOS DIGITALES
o Nativos digitales Vs inmigrantes digitales
o Los inmigrantes son los llegados tarde a las TIC.
o Los nativos son escribas del nuevo mundo capaces de crear los instrumentos que utilizan. Y cuando no los crean, utilizan de manera particular los que están a su alcance.

El educador 2.0 será un mediador y hasta un creador de conflictos, antes que un mero repetidor y un transmisor de conocimientos encapsulados y pre-digeridos. El diseño de los nuevos emisores supone reconciliar (en tensión) emociones y razón. La educación se convertirá en industria del deseo si quiere ser industria del conocimiento. La reinvención social de la tecnología busca crear prosumidores. La diferencia con el paradigma en boga es abismal y merece ser recorrida rápida y profundamente.


Resumen sobre el contenido del capítulo 7
EL DESAFÍO DE ENTRENAR A DOCENTES

Docente que no comunica superlativamente tiene fecha de expiración
En La educación como industria del deseo. Un nuevo estilo comunicativo, Joan Ferrés (2008), un viejo y admirado conocido nuestro, define un par de requisitos básicos para determinar qué es ser un buen docente en el siglo XXI.
Es imposible/impensable un docente que no tenga capacidades comunicativas superlativas, únicas que lo inmunizarán y le permitirán competir con la oferta creciente de estímulos y de potenciación del deseo supuesto por el complejo mediático y aún más por la convergencia mediática, tal como sostiene Henry Jenkins (2008) en Cultura de la convergencia: “Todo docente que se precie debe ser un maestro en competencia comunicacional.”
Docente que no seduce/persuade, también tiene fecha cercana de expiración
El segundo requisito exigido por Ferrés para ser un buen docente a principios del tercer milenio, es que el docente necesita ser un excelente vendedor, un poderoso publicitario, que necesita llegar no sólo a la cabeza de los chicos sino sobre todo hacer titilar ( y educarlos en ) sus emociones: “Todo docente que se precie tiene que ser un maestro en inteligencia emocional.”


De la transmisión a la transacción
Uno de los problemas de la profesión educativa es que dice creer una cosa y sus exponentes hacen otra. Dice buscar ciertos objetivos pero utiliza herramientas que los vuelven imposibles de alcanzar.
Es muy poca la energía efectiva que se utiliza para reinventar la profesión (Zmuda, 2006; Bixio, 2006; Eisner, 2002), para recuperar lo mejor de la tradición pedagógica.
Nos equivocamos mal y pronto, empero, si imagináramos que los problemas centrales por tratar son de naturaleza operacional (usar o no tecnología en el aula, cambiar o no de didáctica, medir cuán conductistas o constructivistas se es en el aula concreta), cuando en realidad son de naturaleza política y conceptual, y están vinculados a factores relacionales, emocionales y sobre todo vinculares escasamente tratados.

El educador como mediador
Siempre fue cierto que el educador, para ser tal, debía privilegiar la dimensión mediadora de la tarea educativa y ser llamado a mediar, a conciliar polos opuestos e integrar contrarios. Pero en este mundo del Tercer Milenio más polarizado, más irreconciliable, más atravesado de diferencias y más dispuesto que nunca al conflicto y a la confrontación, tal tarea aparece desde el vamos condicionando todo lo demás.
El mediador que estamos imaginando no es ni el mensajero, ni el mecenas ni el editor, ni incluso las propias musas.
El mediador es un tercero entre dos, que actúa siempre en el terreno del conflicto utilizando estrategias conciliadoras. En el caso educativo, el mediador no sólo debe ser capaz de resolver los conflictos – en un mundo donde éstos vienen agigantados por las diferencias crecientes de capital cultural y simbólico, social y emocional, cognitivo y económico entre los seres humanos-, sino que encima- para que la mecha educativa finalmente encienda-, también debe ayudar a crearlos.

El educador resuelve conflictos pero también debe crearlos
Ser un buen educador implica poseer esa capacidad mediadora para resolver los conflictos derivados de las divergencias de intereses de los educandos y de la institución académica, la familia y la sociedad, el pasado y el futuro, pero también la capacidad de crearles conflictos cognitivos, romper sus esquemas categoriales, sembrar dudas, inquietudes, incertidumbre, desasosiego y curiosidad intelectual.

DE LA MEDIACIÓN EDUCATIVA A LA MEDIACIÓN TECNOLÓGICA Y VUELTA. Y DE CÓMO REPENSAR/REDISEÑAR AMBAS

La mediación educativa queda muchas veces subsumida como un capítulo menor de la mediación técnica entendida en el más liviano de los sentidos.
La tecnología no opera alegremente -como los marketineros y vendedores de ilusiones (tecnológicas)-.
La variante educativa de este tecnofetichismo insiste en que basta que un mensaje sea vehiculizado por una tecnología para que se convierta en eficaz. En esta versión educadora, progresista y lineal de la articulación tecnológica/educación, las nuevas (viejas) tecnologías serían la oportunidad que nos regalarían los nuevos tiempos para recuperar de manera automática el interés de los alumnos por el aprendizaje.
Zapping cognitivo ¿triunfo o fracaso de los nuevos formatos?
Al revés de lo que promulga ese fetichismo generalizado, las tecnologías no solucionan de por sí los problemas educativos, ni en el ámbito de la enseñanza, pero tampoco en el aprendizaje. La irrelevancia de este recorte está ejemplificada por el zapping utilizado como herramienta en contra del lenguaje televisivo tradicional (Abruzzese & Miconi, 2002) convertido en una norma dentro de la clase.
McLuhan (1962, 1973) sabía qué decir y por qué lo decía, sobre todo con su teoría del espejo retrovisor, según la cual avanzamos hacia el futuro mirando hacia atrás. Nadie insistió tanto como él en la capacidad que la sociedad y el poder establecido tienen para forzar a los nuevos medios a desempeñar el papel de los viejos (Bolter & Grusin, 1999). Con las tecnologías en el aula pasa exactamente eso (Ferrés, 200, 2008). La introducción de la TV, el video y ahora la computadora en red en su seno, ha sido irrelevante porque en vez de potenciar el carácter disruptor de los nuevos lenguajes, narrativas y medios, se los ha utilizado simplemente como ilustración y amplificación de una voz poderosa, unidireccional, asimétrica, cual fue tradicionalmente la del maestro, y ahora es la del productor del canal, el director o las políticas autorales (Manovich, 20006; Mason, 2008)

La publicidad como modelo para la enseñanza
Los problemas educativos no se resolverán con soluciones tecnológicas mágicas.
La eficacia de la tecnología en los procesos de enseñanza-aprendizaje está condicionada por la efectividad del estilo comunicativo con el que se la utiliza, reconociendo también esas otras deficiencias estructurales.
Para que el nuevo medio brinde lo mejor de sí, necesita de una canalización de su especificidad expresiva. Y, sobre todo, de un estilo comunicativo capaz de conectar con la sensibilidad de los destinatarios, de sintonizar con ellos, un estilo que se adecue a los cambios producidos por el nuevo entorno social en las nuevas generaciones multimedia e interactivas (los nativos digitales del capítulo 1).
En este sentido, Ferrés se mete en un callejón (¿sin salida?), raramente frecuentado por los educadores, al insistir en que si la eficacia educativa está condicionada por la eficacia comunicativa, es necesario asumir-¿cínica o suicidamente?- que la publicidad es un modelo para la enseñanza. Porque más allá de las diferencias entre la educación y la publicidad, hay puntos de convergencia sumamente significativos entre ambas.

Comunicación educativa y comunicación publicitaria
Ambas suponen un tipo de comunicación persuasiva/seductora destinada a modificar los conocimientos, las actitudes, los valores y las pautas de comportamiento de los receptores.
Ambas formas de comunicación están forzadas a vencer indiferencias y reticencias de todo tipo, relacionadas con la falta de interés que despiertan los productos que se desean vender.
¿No es este buen motivo para alentar la comunicación competitiva en / con los docentes siguiendo el modelo publicitario, rompiendo con viejos prejuicios y saliéndonos de la cajita de cristal edulcorada, con la que queremos seguir identificando la docencia con los cuentos de hadas?

Vocabulario bélico y educación
El tipo de vocabulario que usan los publicitarios para referirse a los componentes del proceso comunicativo está básicamente extraído del reservorio bélico. Los educadores que se jactan de su pacifismo a ultranza, y de su predisposición por la conciliación antes que por la confrontación, detestan el lenguaje publicitario y lo sindican en las antípodas del educativo; además de responsabilizarlo por la crisis de valores actuales (Bree, 1995).
Lecturas como las de Ferrés nos invitan a quitarnos la máscara, a poner los puntos sobre las íes y a asumir plenamente que la docencia es una campaña publicitaria que necesita definir su blanco, afinar la puntería, recurrir a las mejores armas, seleccionar las mejores estrategias, y la lista continúa indefinidamente.
Entre las enseñanzas que nos regalan los publicitarios, figura haber descubierto que las nuevas tecnologías son una excelente oportunidad para la elaboración de mensajes seductores.
Los publicitarios y marketineros saben que el éxito del proceso comunicativo radica básicamente en la capacidad de sintonizar con el receptor, de conectar con sus habilidades, intereses y deseos, es decir, en la primacía del receptor (Gauss, 1982; Littau, 2008) como viene enseñando la teoría de la recepción desde hace varias décadas, pero sin que la escuela ni la Iglesia (como lo testimonia el crecimiento imparable del evangelismo) lo perciban y contraataquen.
En el discurso educativo, lo que brilla por su ausencia es el receptor –donde el receptor de antaño se ha trasmutado él/ella mismo/a en emisor (ver cap. 9 y 10)-.

Diseñando nuevos emisores. Crisis encastradas
Parte de la fascinación que el receptor siente por los mensajes publicitarios, por los programas televisivos o por los videojuegos, proviene del hecho de que le devuelven su propia imagen, las de sus preocupaciones y esperanzas, deseos y temores.
Recordemos de que educar viene de (e-ducere) significa llevar a alguien a otra parte, extraviarlo y acercarlo a otra dimensión. Solo se puede educar si se es capaz de seducir. Educar es sintonizar con otros seres que viven en otra longitud de onda.
La escuela se desentiende –nominalmente- de las emociones y de la intensidad, de las pulsiones y del deseo, y se refugia en un limbo –aunque el Vaticano lo haya decretado inexistente- hiper racional, desprovisto de todo contenido empático y relacional. Mientras tanto se desata la violencia escolar, los docentes son agredidos, los alumnos publicitan su desconcierto y descontento en Youtube, y una violencia simbólica y física, que ya tiene muchas décadas de incubación, finalmente ve la luz y se convierte en revueltas y defenestraciones (Colom, 2002; Lewkowicz & Corea, 2004).
La situación es contradictoria por cuanto el propio Aristóteles definía la educación como educación del deseo. Con nuestra inveterada capacidad para reducir lo complejo a lo simple y lo interesante a lo trivial, esta desafección por las ideas es tomada como apología del entretenimiento, la distracción y la evasión.
Los jóvenes son definidos a la inversa como epítomes de una juventud haragana, inculta (Carr, 2008b; Bauerlein, 2008; Wolf, 2007; Jackson, 2008), cometiendo una falacia de concreción mal aplicada que haría las delicias de Alfred North Whitehead, acuñador del término.


IDEAS VERSUS EMOCIONES, UN FALSO DILEMA
Resulta irritante al máximo insistir que la generación de los jóvenes, en vez de manejarse por las ideas, se maneja por las emociones, mientras que los adultos (que alguna vez fuimos jóvenes) sólo lo haríamos por las ideas.
Nadie se mueve solo por las ideas. A lo sumo, algunas personas se mueven gracias a su pasión por algunas ideas. Todos nos movilizamos por las emociones.
Si la publicidad entiende al receptor mucho mejor que la educación, es porque entiende mucho mejor el mundo emocional en el que el receptor vive como pez en el agua.

¿Génesis ideológica de las necesidades y nada más?

Baudrillard fue uno de los pioneros en entender cómo funciona el mundo de consumo de las mercancías. A su vez expresó que la producción de bienes materiales y de servicios no cumple su función social si no va acompañada por la producción de deseo. La industria convencional necesita el apoyo de una industria del deseo. El pensador francés denominó a este proceso génesis ideológica de las necesidades. Pero el deseo no goza de buena salud en todas las civilizaciones. Tanto la ética griega como la era cristiana hicieron lo imposible para bloquear y finalmente diluir los deseos. En el medio de ello, la sociedad posindustrial se ha convertido en una máquina de generación de deseos que deja chiquititos los análisis de David Riesman; frente a la tremenda maquinaria de experiencias e hiperconsumo en manos de las tecnologías del entretenimiento como Wolff (1999).
La cultura del espectáculo es también una cultura del deseo, pero el cumplimiento del deseo no necesariamente es alienante. La eficacia publicitaria es para los consumidores una panoplia de objetos y servicios generalmente irrelevantes o superfluos. Lamentablemente, a los educadores nos pasa exactamente al revés. Decimos poseer productos encantados (valores, conocimientos, pautas de comportamiento) indispensables para el desarrollo de la personalidad de sus presuntos destinatarios (generación Einstein). Pero resultados obtenidos muestran que algo no anda del todo bien. Ferrés detecta los fenomenales déficits que hay en el ámbito educativo y cultural para crear deseo. No se sabe cómo cumplir esta función. Se ignora la dimensión pulsional y sobre todo se hace caso omiso de la neurobiología que nos permite entender con mucho más detalles de qué estamos hablando cuando hablamos de deseo.

El área de seeking

Jan Panksepp descubrió un área denominada seeking, situada en el cerebro emocional responsable de provocar inquietud y excitación. El cerebro emocional es responsable de todas las actividades creativas de motivar la acción, de impulsarla y de movilizarnos. La mercadotecnia está obsesionada por evaluar el conocimiento que tienen los consumidores de las marcas, así como el afecto que le profesan tanto en el caso de los niños como en el de los adultos. En el caso de la educación, jamás se mide el afecto o el interés que despiertan determinados contenidos curriculares. Preocupa la dimensión cognitiva y residualmente la emocional. Explicar contenidos debería ser sólo una de las reglas del juego educativo. Pero actualmente canibalizó el resto.

La educación debe convertirse en industria del deseo si quiere ser industria del conocimiento
La mayoría de los docentes se consideran responsables de la explicación de los contenidos, no de implicación de los alumnos. Han sido formados en la creencia de que a los profesores les corresponde explicar bien y a los alumnos esforzarse por aprender. En la actualidad se pasa por alto que ser docente es tener capacidad de implicar al alumno y suscitar su capacidad de esfuerzo. De nada sirve enseñar a leer si no se enseña el placer de leer. Parafraseando a Kant, podríamos decir que la habilidad sin el deseo es vacía y que el deseo sin la habilidad es ciego. El error de muchos profesionales de la enseñanza es dar por supuesta la demanda y limitarse a facilitar el producto, a transmitirlo. La falta de motivación de una buena parte del alumnado obliga al profesional de la enseñanza a ser, publicitario, a crear demanda. Comunicar mejor para que se venda más. Vender a los demás las ganas de comprar. Y aunque las metáforas marketineras suenen abusivas, cuando nos hemos alejado tanto de la comunicación eficaz, este cortocircuito es un paso obligado.

Diseñando (sin saber cómo) al receptor
Cada día que pasa, hay más tecnología en el aula y cada vez hay más resultados pobres y desangelados. Pero la mala recepción de la tecnología en el aula no habla bien del aula y mal de la tecnología. Todo lo contrario. Una forma interesante de ver el entrecruzamiento de las tecnologías con la educación es en términos de síntoma social, es decir, como causa y reflejo de los cambios sociales que experimentamos a diario. Si bien no hay recetas mágicas, no hay tampoco experto que insista, cada vez que queremos pensar, en reinventar la intersección entre tecnología y educación, por lo que hay que convertir al receptor en eje de la dinámica comunicativa. Pero nadie sabe de la manera de ser, hacer, pensar de la generación Einstein o nativos digitales (receptores).Las tecnologías son reveladoras de los cambios experimentados por las jóvenes generaciones. Son un síntoma porque funcionan como medios y operan como mediaciones. Son el entorno en el que han nacido las nuevas generaciones y forman el eje de sus potestades comunicacionales.

Reinvención social de las tecnologías. Los factores contextuales
Las TIC son invenciones condicionadas y condicionantes, en función de su especificidad tecnológica y expresiva. Hay que producir mucha más etnografía de la que tenemos hasta hoy, para saber en qué medida y dirección las TIC están cambiando (o no) nuestros hábitos perceptivos, cognitivos y socializantes. Las tecnologías como símbolo, independientemente de su uso educativo y desde los usos sociales que se hacen fuera del ámbito escolar, aumentan cada día. Las tecnologías y los medios están disolviendo los muros de la escuela y, al corroerlos, están poniendo en cuestión el propio sistema educativo.

Sensorialidad y dinamismo
Estos síntomas pueden agruparse en cinco categorías, empezando por la intensificación de la sensorialidad y la concreción. Mientras la imprenta privilegió la abstracción y la conceptualización, las TIC han ido configurando la identidad expresiva de los nativos digitales y sus usos sociales de una forma muy distinta de las pautas impresas. El cine y la TV fueron pioneras en cuanto a iconizar el universo de la imprenta. Internet empezó siendo textual por default, pero con la aceleración de los procesadores y de la transmisión. Internet siguió el mismo camino de otros medios iconizantes. La imprenta difundía en forma inmutable, multiplicaba pero no pretendía alterar el contenido. La escuela está incubada en esa matriz. Las TIC van en la dirección exactamente contraria.

Dinamización sin fin
En menos de dos décadas de vida, la Web también ha potenciado y creado un medio dinámico. Los videojuegos son los que más han demostrado el aumento de iconicidad, sensorialidad y dinamismo. La hiperestimulación sensorial, el dinamismo vertiginoso y la relación entre lo visual, lo sonoro y lo motriz forman parte de la definición del nuevo medio. Los videojuegos mejoran la coordinación motriz, la integración de estímulos visuales y auditivos, la rapidez de respuestas y los reflejos, con una omniabarcatividad nunca vistas previamente en las tecnologías de la información.

Emociones primarias, procesamiento intuitivo y fomento de la interactividad
La tecnología como síntoma se comprueba en el refuerzo de las emociones primarias, la difusión del procesamiento intuitivo de la información y en el fomento de la interactividad propia de los nuevos modos de comunicar y de sentir. Los cambios de las tecnologías son síntoma, causa y efecto, están vinculados a la solicitación preferente del cerebro emocional sobre el racional y, más concretamente, a la activación de las emociones primarias. Por su mayor proximidad con el intelecto, el texto escrito tiende a privilegiar respuestas de carácter reflexivo (estoy de acuerdo o no) mientras que la imagen privilegia las respuestas de tipo emocional (me gusta o no me gusta)

Tratando la información en modo flash

La actitud de concentración exigida por el texto es sustituida por una asimilación y apertura en el caso de la imagen. El espectador contemporáneo se ha acostumbrado a encadenar, relacionar, asociar, comparar y contrastar. Todo va cada vez más rápido. Convenciones que tardábamos una buena cantidad de minutos en decodificar hace un siglo (el pasaje de la noche al día en una película) hoy se entienden en segundos. Internet se ha convertido en una cultura mosaico caracterizada por la dispersión y el caos aleatorio. La fabricación de cultura en la era tecnológica no deviene del esfuerzo por lograr conocimientos articulados, sino de una propuesta incesante del exterior con sus reglas y guiños que se nos imponen, nos irritan pero nos sacan de nuestros sueños dogmáticos.

Prosumidores e interactividad
De todas las transformaciones a las que estamos asistiendo, la obliteración del poder omnipotente del autor y su sustitución a manos de la sabiduría de las multitudes, con sus riesgos y exageraciones, es una de las más fascinantes y de mayores alcances que podamos experimentar hoy. Se trata de ir más allá de la interactividad predigerida, cuestionando cualquier orden fijo del saber, haciendo posible una suerte de menúes cognitivos a la carta. Este panorama no hace feliz ni a docentes, ni a padres amantes del viejo orden. Ni a los ministerios de educación, ni a los sindicatos acostumbrados al tiempo lento y la reiteración de lo mismo. Estas mismas personas o agrupaciones no son felices con la tecnología porque piensan que son meras estrategias de mercadeo o como pereza intelectual bañada en tecnoreduccionismo.

1 comentario:

  1. Esta muy bueno chicos lo que escribieron!!! Excelente!!! Saludos Silvia

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